El dilema del Sacrificio

La palabra sacrificio está grabada en el corazón de muchas mujeres. Algunas pueden perder hasta la vida en su nombre. Pero ¿es tan natural como se nos ha hecho creer?

El dilema del Sacrificio
Photo by Levi Meir Clancy / Unsplash

Hoy quiero hablar sobre algo que llevo años discutiendo con muchas amigas y conocidos.

Se trata de una encrucijada que aparece en todas nuestras vidas sin importar la edad o la condición social.

Quizás sea la decisión más difícil en la vida de una mujer.

Me refiero al sacrificio.

El gran dilema de nuestro género.

Yo mismo en algún momento de mi vida me he « sacrificado ». Es decir que por amor he antepuesto mis intereses por el de otros.

Por que de eso se trata ser madre ¿No es cierto? Con el tiempo comprendí que no fue la mejor decisión.

A veces ocultamos el peso de esas frustraciones detrás de un no pasa nada, a la próxima será, siempre habrá otra oportunidad.

Frases que parecen sinceras, pero que se acumulan como una mugre que poco a poco carcome nuestra salud física, mental y espiritual.

Sin embargo, mi opinión sobre el sacrificio se encuentra en un grupo minoritario.

La mayoría siente que aunque no les gusta sacrificarse, prefieren creer que están en el lado correcto y deben hacerlo porque así se convierten en las mujeres buenas de la historia, que todos admiran y quieren ver; como si al sacrificarse aprobaran el examen final a sus roles como madres, esposas e hijas.

A lo largo de mi experiencia con mujeres que enfrentan violencia en todas sus formas, el sacrificio no es algo que pasa muy de vez en cuando

Ocurre desde que se levantan hasta que se van a dormir. En nuestras sociedades lo sienten como un deber lo validan y refuerzan todo el tiempo de diferentes formas

Lo vemos, por ejemplo, como argumento central de telenovelas, películas, noticias, publicidades… en casi todo los mensajes. Hasta en redes sociales.

Siempre me resulta irónico que el regalo usual en celebraciones especiales, como el día de la madre o su cumpleaños, sean los únicos momentos donde se le reconoce entre comillas su labor domestica, aun cuando ese mismo día tenga que preparar el desayuno para todos, y sea considerada la reina del hogar

Nadie las obliga explican unos. Ellas lo hacen porque quieren, razonan otros. Claro. Sí. Por supuesto. Pero vayamos un poco más allá.

¿Acaso el sacrificio está codificado en la naturaleza humana, es algo genético?

«Una madre para cien hijos y un padre para ninguno» dice el refrán popular.

Este tipo de creencias lo único que hacen es fortalecer la idea de que el cuidado de los hijos es algo de mujeres y no una responsabilidad compartida.

El trabajo doméstico, el cuidado de los hijos y la funcionalidad del hogar son las formas de sacrificio más extendidas.

Cuando las tareas de la casa no se comparten ni se tercerizan, son las mujeres quienes en su mayoría sacrifican tiempo, esfuerzo y prosperidad para que un hogar camine.

Otra característica que he notado desde que era muy joven, es que siento que el sacrificio se ha vuelto en una terrible carrera de postas,

en donde el sacrificio se traslada de generación en generación como si fuera un legado.

Ser la última rueda del coche se repite de madres a hijas. Un vínculo tóxico: cómo yo lo viví, tú también puedes haberlo sentido.

Quién trata de romper la tradición suele ser exiliada como una mala influencia.

La buena fama del sacrificio justifica maltratos, violencias y decisiones dañinas. Por más que intento no encuentro ni un átomo de nobleza en eso.

En el libro “Mujeres que aman demasiado”de la terapeuta matrimonial Robin Norwood se describe al instinto maternal como un patrón que se aprende a temprana edad por lo que está profundamente interiorizado.

Para las mujeres tratar de abandonar el sacrificio es una decisión terrible y una amenaza constante a su personalidad. ¿Cómo salir de ésta oscuridad en la que todos pierden? Así es nadie gana con el sacrificio de la mujeres.

Ya he perdido la cuenta de hijos y familiares, incrédulos por la pérdida prematura de sus madres.

Era tan buena, no se cansaba nunca, le encantaba cuidar de otros, son lamentos que solemos escuchar cuando ya no hay nada más que hacer.

No reconocen los efectos a largo plazo de una vida dedicada a una rutina sacrificada.

Esa forma negativa de expresar el amor, les impide cuidarse para tener una vida más plena y sana.

Algo debe de cambiar.

Todos debemos de cambiar.


Me gustaría compartir con ustedes algo que me pasó a mí, y que me sirvió de alerta. Veinte años atrás, había logrado obtener una invitación para asistir a la Conferencia Mundial sobre Población y Desarrollo en El Cairo.

Sería el premio a muchos años de esfuerzo. Al fin, mi carrera estaba en ascenso, tenía ayuda en la casa y mi pareja me apoyaba sin importar cuál fuese mi decisión.

Sin embargo, mis hijos eran muy pequeños y luego de muchas dudas, mi cabeza se llenó de preocupaciones.

Era un viaje de un mes. Puse en la balanza mi rol de madre por un lado y al otro lado mis sueños, aspiraciones personales y profesionales.

No he podido olvidar las opiniones en ambos lados que recibí de mis amigas.

Desde las que me empujaban al avión a las que me miraban de reojo y me decían que el viaje era para otro tipo de mujer.

Luego de una batalla conmigo misma desistí, porque me sentí una irresponsable. Entonces no fui. No quería ser vista como la mala de la historia.

Al cabo de algunos años comenté este recuerdo con mis hijos un poco más grandes y mi asombro fue mas grande cuando indignados me dijeron:

“debiste ir nos hubiéramos sentido felices” yo replique confusa “y ¿qué hubiera sido de ustedes les dije?” ellos se rieron y dijeron “nada de nada”. No lo podía creer.

Tuvieron que pasar veinte años para que una amiga querida me hiciera una nueva invitación para ir al Cairo para un “Encuentro de mujeres Emprendedoras”.

No lo podía creer, la oportunidad estaba ahí de nuevo.

Me habían invitado en reconocimiento a mis investigaciones sobre la falta de liderazgo político y empresarial de las mujeres.

¿Por qué hay tan pocas gerentas o políticas en el Perú? Muchas, como yo se encuentran en la misma disyuntiva que enfrentamos todas: ¿está bien sacrificar el cuidado de mi familia?

El destino me presentaba la oportunidad de volver al Cairo Egipto. ahora las preocupaciones eran otras… ¿Podría sobrellevar en este tiempo un viaje tan largo a mi edad?

Esta vez no lo dude y pese a los contratiempos pude celebrar una gran victoria en mi vida que me lleno de fuerza, alegría y renovó mi perspectiva personal y laboral.


Siempre habrá una excusa para continuar sacrificándonos.
Para seguir por el camino que se nos ha trazado.

Cuando leí “El Instinto Maternal” de la filósofa francesa Elizabeth Badinter, me hizo repensar y reflexionar mucho sobre esos roles que se me habían impuesto.

Ella vio al sacrificio desde su origen y se hizo una pregunta que todos nos deberíamos hacer:

¿es el amor maternal un instinto innato que proviene de la naturaleza femenina o es un comportamiento social que varía según épocas y costumbres?

Para Badinter el amor maternal antes que nada es un sentimiento. Y como todo sentimiento es incierto, frágil e imperfecto.

Más que una obligación varía de mujer en mujer. Hace cien años se creía que el sacrificio era algo innato en las mujeres. Hoy en día, la ciencias sociales, nos dicen que no tiene mucho sentido.

A veces nos olvidamos que ser una presencia alegre y positiva en la vida de nuestros hijos, parejas y familiares puede tener un mejor impacto, que vivir atendiendo a los demás con enojo.

Para liberarnos de esa creencia es hora de fortalecer lo que yo considero los cuatro pilares del desarrollo personal.

La autoestima, la asertividad, el autocuidado y la autonomía.

El filósofo Frederic Lenoir decía que si existir es un hecho, vivir sería un arte. Una puede aprender a vivir mejor. Los pilares sirven para eso.

Más detalles sobre estos pilares, puedes revisarlos en mi libro Poder social, pero te puedo adelantar algo.

La escritora Virginia Woolf decía “Sé sincera y el resultado será increíblemente interesante. No es necesario ser nadie más que una misma”.

Hoy mírate al espejo y expresa unas cuantas cosas buenas sobre tí (Autoestima).

Hoy no le dores la píldora a nadie y di las cosas como la sientes (Asertividad).

Haz algo que te permita estar sana desde ejercicios o cuidar tu piel (Autocuidado).

Date un tiempo para prepararte una comida a tu estilo, como tú quieras que sea (Autonomía).

Es en la práctica de estos cuatro ejercicios en donde verás que tu mundo es más de lo que te imaginas.

Soy Lourdes Palao
Y nos vemos en la próxima clase de esta Escuela de Sentimientos.

Abrazos llenos de amor
para todas y todos.


Ejercicios íntimos

📖 Para Leer

En este artículo Carmen Valls un endocrinóloga y médica española explica las diferencias entre los tratamientos que reciben hombres y mujeres. Ella transformará tu opinión de que hombre y mujeres somos iguales en un quirófano. Hay diferencias esenciales y es bueno que tú lo sepas.

👁 Para ver

La antropóloga Rita Segato es una de las personas que han dedicado a transformar la manera en la que entendemos a la violencia. "Sólo mediante una reforma de la intimidad será posible desmontar la escalada de la violencia societaria, desde los niveles microscópicos de las agresiones domésticas a los niveles macroscópicos de las agresiones bélicas."

💭 Para reflexionar

Te invito a realizar un ejercicio íntimo al que denominado: “Legado a mis seres queridos".