Hablemos (más) de la alegría

Si la oportunidad de sentir alegría está en todas partes ¿Por qué no somos más felices?

Hablemos (más) de la alegría
Photo by Jacqueline Munguía / Unsplash

Hola queridos aprendices de sentimientos donde quiera que estén. La clase entra en sesión. Mi nombre es Lula Palao y quiero darles la bienvenida a una nueva clase de sentimientos.

En las sesiones pasadas ya hemos hablado del sacrificio y la superación, dos emociones que considero cada vez más vigentes. Por lo que les recomiendo, que si aún no los han visto, puedan encontrar un tiempo para ver estas lecciones. Hoy hablaremos de la alegría. Mi sentimiento favorito, y espero que el de todas y todos ustedes también.

¿Pero de qué se trata exactamente ésta maravillosa emoción? ¿Qué motivaciones hacen que aparezca? ¿Son los momentos especiales, los únicos capaces de cambiarnos el ánimo?

Y qué me dicen de los pequeños instantes del día a día: una habitación limpia, un jardín en flor, un día sin nubes ¿son capaces de hacernos sonreír?

Y qué ocurre con aquellos momentos de diversión o aventura, que hace acelerar nuestros corazones.

La alegría parece que está en todas partes. Sin embargo, qué poco hablamos de ella.

En general no es un tema que le interese a la academia. Se oye muy poco en los discursos políticos y ni que decir de las noticias.

La mayoría solo se permiten “estar alegres” durante los momentos de celebración: bodas, nacimientos, culminación de estudios, méritos laborales.

Hitos que se convierten en recuerdos. Memorias que colocamos en marcos de fotos o en videos que compartimos con nuestros amigos. La alegría dura poco, y pronto se vuelve parte de nuestro pasado.

Luego seriedad, solemnidad, y ¡ay! de quienes sonríen sin saber por qué. Quienes se alegran sin justificación se vuelven sospechosos. Mientras que la mayoría estamos inundados de noticias que anuncian pesares de escala global. Quienes se atreven a estar felices un lunes durante la hora punta, ocultan algo y sería bueno arrebatárselo, ¿no cierto?

Me comentaba una joven mamá ¿se puede estar alegre cuando hay tantos problemas que sortear cada día? Su realismo me dejó pensando.

Es más común buscar a nuestros amigos y familiares cuando compartimos una pena (una pena entre varios es menos atroz), pero salvo los grandes eventos, casi no compartimos otros momentos de alegría. ¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué no somos capaces de darle el mismo nivel de urgencia a lo que nos pone alegres?

«La mitad de la alegría reside en hablar de ella» dice un proverbio persa. En esta clase hablaremos de la alegría y también descubriremos juntos que acciones podemos tomar para tener a la alegría más presente en nuestras vidas.

Apurados en ciudades que no duermen

Hace poco fui a una conferencia sobre “El buen vivir”. El expositor un hombre alto, cabello engominado y con un elegante traje azul marino, explicaba con maestría que «la alegría era un bien».

Mientras caminaba por el escenario aseguraba que «el buen vivir» era algo que con esfuerzo todos podíamos adquirir. Entonces mostró en el ecran imágenes de un elegante traje. Luego una sofisticada cocina de concepto abierto. Después una familia de viaje por Disney. Luego de cada imagen se podían oír aplausos atronadores. Al principio me sentí molesta, era una visión muy materialista de la vida. Pero recordé que en algún momento de mi vida yo pensaba igual.

No me costó esfuerzo acordarme de ese hermoso saco que me ayudó a superar una pena. Los tacones que fueron un antídoto a una pésima semana de trabajo. La sofisticada cartera negra que me di como premio por haber terminado una consultoría. La mitad de mi guardarropa no tenía otra justificación que hacerme sentir mejor.

Todo el proceso desde ir al trabajo era una rutina tortuosa y, sin embargo, la sentía vital para cubrir mis necesidades, ambiciones y gustos personales. Me sentía muy orgullosa de poder pagar estos gustos. Para eso trabajaba, ¿no?

Prefería no tomar vacaciones, y tomaba todos las oportunidades de trabajo extra. Creía, como muchos, que el exceso de trabajo era un mal menor. Al menos tenemos trabajo, nos justificamos. Es mucho peor no tenerlo. Vivía de prisa, presionada por esa cuota que debía pagar o ese informe que era para ayer.

Era como subirse a la rueda de un hamster. Corría y corría pero no llegaba ninguna parte. Luego de mucho pensarlo, decidí dejar mi dependencia las compras para sentirme mejor. Bajarme de la rueda y empezar a caminar. Deje de trabajar tanto de exigirme un estilo de vida que no me hacía sentir bien. Estaba muy bien vestida pero no tenía sentido mi vida.

Mi intención no es, de ninguna manera, proponer una nación de ociosos. Al contrario, mi idea es mostrar una perspectiva diferente. Necesitamos más tiempo para nosotros porque de eso depende nuestra calidad de vida.

La pandemia nos demostró que pueden existir otras formas de trabajar. Como me cuenta una estupenda ejecutiva de una gran corporación, cuando me confesó que para ella el encierro forzado fue su salvación.

En un año normal, ella hubiera tenido apenas unos meses para cuidar a su hijo recién nacido, pero por las circunstancias únicas que vivimos le permitió estar todo el año cuidándolo. Esa conexión hizo toda la diferencia del mundo. Se sintió presente, y pudo continuar manteniendo un alto nivel en su trabajo.

«Sé que fue una experiencia horrible para muchas personas», me dijo justificándose, «pero sin la pandemia me hubiera quedado calva teniendo que ir a la oficina, cuando es un trabajo que podría hacer cargando a mi hijo en casa».

¿Qué sucedería si ese «privilegio» fuese lo normal? Si el secreto para tener más alegría y trabajar mejor sea tener más tiempo para detenernos un momento y disfrutar con nuestros seres queridos.

En los Países Bajos se trabaja solo 29 horas a la semana, cuando en Perú nos acercamos a las 48. Me parece fenomenal nuestra ética de laboral. Pero ¿está bien trabajar tanto? Voy a evitar entrar en más detalles sobre la productividad, pues esta es una clase de sentimientos y no una de economía.

El autor de la Lentitud como método Carl Honoré escribió que «el mundo en el que vivimos se rige por las decisiones rápidas y precipitadas. El espacio para la pausa y la reflexión está cada vez más reducido». Honoré advierte en esta frase que ponerle pausa a nuestra vida es difícil. Pero lo que ganamos tiene mucho más valor.

En mi caso, yo asocio esa pausa, con la meditación. Ese no hacer nada, a propósito, tiene un beneficio en el corto, mediano y largo plazo. Diez minutos diarios de meditación ayudan a reducir la ansiedad. Mejora tu concentración, y aumenta la calidad de sueño. Fortalece tu sistema inmunológico y un gran etcétera de beneficios. Mientras esperamos que el cambio llegue démonos esa oportunidad, de tener un momento solo para respirar y liberar la mente, de tareas, rutinas y temores.

Protegerse debajo de una rocas

Pero fuera del trabajo como nos encontramos más frecuentemente con la alegría.

Recuerdo a una vecina que sólo me llamaba para contarme las desgracias del barrio. El drama de la mujer que encontró a su marido con otra. La pareja que estafaba a la tienda. La abuelita que no podía cobrar la pensión de su esposo. Sus llamadas eran rigurosas y no dejaban un detalle afuera. Me sentía incapaz de interrumpirla.

Mi vecina era una muy buena amiga así que en vez de pelearme con ella, decidí cambiar el tono de nuestras conversaciones y la llamé. Ella me respondió alarmada ¿qué te pasó? ¿qué te ocurre? ¿estás bien? Le respondí con algo que a ella le hubiera sorprendido «Te llamo para darte una linda y buena noticia». De inmediato, su voz cambió de tono y me dijo «ahhhh… pensé que era algo urgente» no me dejo terminar y se despidió apresurada.

Es bien sabido que las malas noticias corren más rápido que las buenas. Muchos de los mensajes que recibimos a diario son tragedias. Noticias truculentas, informes negativos, reportes sin confirmar. Si un extranjero soportara nuestra dieta informativa pensaría que nunca nos pasa algo bueno.

La política norteamericana, Marianne Williamson tiene una frase muy valiosa donde habla de la alegría como un fenómeno que ocurre «cuando nos permitimos reconocer cuán buenas son realmente las cosas». Más allá de sus posturas políticas, esta frase nos interpela: ¿acaso no hay ni una sola razón para alegrarse?

¿Por qué personas como mi vecina no se permitía reconocer las cosas buenas incluso cuando estás tocan su puerta? ¿Por qué nos perdemos esta posibilidad, y elegimos las tragedias?

Nadie niega que todo el tiempo nos pueden estar sucediendo cosas malas. Alguien nos rompe el corazón, un jefe no valora nuestro trabajo o, peor aún, nos despiden sin justificación. Pero quizás, sólo quizás, estaríamos mejor sin ese tarado. Y ese jefe desalmado no sabe lo que se pierde: de tenerte como aliada ahora te tendrá de competencia.

Tampoco quiero caer en ese optimismo fácil de final feliz. Sé que la vida no es una línea recta y que nuestros deseos no siempre están destinados a cumplirse.

Pero, por mi trabajo como trabajadora social, he visto como pensar de forma negativa causa más sufrimiento que bienestar. Daña nuestra autoestima, al hacernos creer que la alegría es algo que sólo les ocurre a un puñado de elegidos.

Incapaces de confiar en alguien, ni en ellas mismas, las fans de la tragedia viven encerradas a la posibilidad de la alegría. Lo último que supe de mi vecina es que había prosperado, sus hijos se habían hecho profesionales y que por fin ya no tenía necesidad de trabajar.

Grande fue mi sorpresa cuando hace poco me la volví a encontrar, y me contó que andaba de malas. En su trabajo le habían hecho una gran despedida, conmemorando sus años de servicio. Ella me decía, con los puños apretados,«¿puedes creerlo? Pero ni con una fiesta se van a librar de mi».

Recordé la historia de la langosta que se enfrenta a la pérdida de su caparazón. Ya no es más un renacuajo, ha crecido. Y mientras espera su nueva coraza, se cobija entre las rocas para protegerse de los depredadores. Hay personas que, a diferencia de las langostas, no quieren salir nunca de su fortaleza de dramas.

Entre rocas, en el interior de un duro caparazón, continuan seguras de que nada bueno les espera afuera. El filósofo griego Epicteto decía que no importa lo que nos ocurra, lo que de verdad es vital es cómo reaccionamos a ello. En vez de continuar viviendo bajo una piedra rumiando pesares. Tener una actitud positiva nos hace aprovechar de ese océano de oportunidades.


Para Reflexionar

Puedes encontrar más de sobre la alegría desde un punto de vista más social en el libro libro de Frederic Lenoir llamado el Poder de la Alegría.

Un libro de investigación y aporte conceptual y enriquecido con las experiencias del autor que lo hacen significativo relevante, nos abre la puerta hacia una alegría desde el interior y no solo desde el entorno solamente. Es un aporte muy actual lleno de ternura. Para leerlo con calma, es sanador y motivador. Debes tenerlo en tu biblioteca personal.

El Arte de Vivir

Una interesante interpretación contemporánea de Epicteto en lenguaje sencillo al alcance de todos para reflexionar y recoger sabiduría.

Educar en el Asombro de Marguerite L'ecuyer

Te recomiendo este hermoso libro que si bien está dirigido para trabajar con niños y adolescentes, es para todos los que apostamos por vivir mejor; porque en verdad vivimos en un mundo tan cambiante y frenético que pareciera que vamos por una pendiente cuesta abajo donde la apatía, la indiferencia, la pérdida del asombro nos enfría el corazón y la existencia la vida misma se torna gris.

Para sentir

  1. Date un respiro y antes de acostarte siéntate.
  2. Prepara una libreta y un bolígrafo.
  3. Respira hondo, inhala y exhala sin apuro y deja que la respiración se aquiete sin apurar, no hacer nada solo respira
  4. Cierra tus ojos y trae al presente aquellos recuerdos que te han dado una íntima alegría personal, considera desde tu niñez hasta el hoy
  5. con calma abre suavemente tus ojos y escríbelos en tu libreta de recuerdos maravillosos
  6. Cada recuerdo de alegría es una herramienta poderosa. Cuando tengas contratiempos o señales de preocupación que no te quieran soltar, lee el que amas o simplemente trae al presente en tu mente el que más recuerdes.Te aseguro que es un soporte muy interesante.