¿Sacrificarnos nosotros?

El sacrificio toco una fibra muy sensible para muchos y muchas. Es hora de abordar esas preocupaciones y encontrar un camino de salida.

¿Sacrificarnos nosotros?
Photo by Jen Theodore / Unsplash

Hola aprendices de sentimientos, no puedo negar que luego de mi primera clase me sentí preocupada, no pude dormir... y eso que repase y releí todo...
Ningún sueño es fácil de mantener y todos sus mensajes y comentarios me animan a continuar hablando sobre lo que sentimos.

Gracias a su apoyo le encuentro cada vez más sentido a esta escuela de sentimientos virtual. Una escuela que se adapta a tu tiempo, donde no hay ninguna otra tarea que la reflexión y tratar de vivir mejor cada día.

Así que por favor, no se olviden de compartir la clase y suscribirse. Cada apoyo es muy apreciado. Antes de comenzar a hablar de los comentarios y preguntas, quiero aclarar que por la misma naturaleza de la clase, se respetará el anonimato de todas las que participaron.

Mi idea es responder a algunas de las dudas o puntos de vista que son diferentes al mío. Aunque más que discutir se trata de enriquecer el valor de la clase. Creo que una forma válida de aprender a sentir es escuchando las emociones de los demás.

Muchos de los mensajes que he recibido son de personas que el video les ha permitido evaluar lo que el sacrificio les ha quitado a sus vidas. Vi mensajes de enojo escondido, vergüenza e indignación. “Haz contado mi vida”, “He sentido lo mismo que tú más veces que las que me gustaría admitir”, “Llevo mucho tiempo pensando en esos sacrificios que hicieron que casi pierda la razón”.

Muchas sienten que en varios episodios de su historia de vida, que el sacrificio les trajo más mal que bien. Sin embargo, debajo de esa impotencia de no poder retroceder al tiempo, la clase les ha servido para reflexionar y ser cada vez más conscientes sobre cómo las decisiones que toman, a veces sin pensar —casi en automático—, afectan su vida. Preguntarse ¿vale la pena sacrificarse? Es sumamente liberador para todos.

Expresar lo que uno siente es muy liberador. Guardar y ocultar miedos, solo produce amargura e indignación. Esas emociones tóxicas nos hacen sentir muy frágiles tanto mental como físicamente.

Una de las opiniones más interesantes que recibí me la dio una joven profesional “Me parece interesante, sin embargo, yo creo que en este tiempo no hay ‘sacrificio’ más bien debiera hablarse de “esfuerzo” vs beneficios, que es muy valioso.

Hablemos de esfuerzo y no de sacrificio

¿Ustedes qué creen? ¿Es mejor ver el sacrificio como un esfuerzo que vale la pena? Para ella la palabra “sacrificio” parece excesiva sobre todo al hablar de roles de madre. Si lo vemos fríamente, tiene sentido. ¿Quién en su sano juicio no se esforzaría por sus hijos?

Pero ¿No será simplemente el peso monumental que le damos a la maternidad lo que ha hecho que muchas normalicemos esa dedicación? Sobre todo cuando todo ese esfuerzo no es compartido. Veamos los datos, según el informe más reciente sobre trabajo doméstico de la defensoría del Pueblo en Perú, vemos que las mujeres trabajan un 39 horas semanales frente a las 15 de hombres.

Si eso les parece escandaloso, en España, por ejemplo, solo el 4% de hombres ayuda en actividades domésticas. Con esto no quiero desmerecer esta opinión, las estadísticas nos permiten salir de nuestra burbuja cotidiana, pensar de forma más crítica sobre este tema.

Seguro que existen cada vez más hogares donde ambos dan su parte en el trabajo doméstico. El asunto es, por supuesto, complejo. Pero diré un último argumento para esclarecer mi posición en este tema.

Los países más felices del mundo, también tienen los índices más altos de equidad. ¿Casualidad? Yo creo que no. Otro tema recurrente en los mensajes que he recibido trata sobre una de las consecuencias del sacrificio: la sensación de sentirse relegada.

Sobre la postergación

Esta aprendiz es madre de tres universitarios y abuela de tres nietas me dijo: “al escuchar el dilema del sacrificio recordé una serie de postergaciones que desfilaron por mi mente y reconocí cómo “me había sacrificado”.

Es posible que puedas terminar tus días sin ser consciente plenamente de todas las postergaciones que se han ido sumando en tu vida. Y que pueden ser la razón por la que te duele tanto el cuerpo, porque te cuesta sonreír, porque te enojas tanto. Recordemos que varios estudios indican que estar enojado suele incrementar el riesgo de tener cáncer y otras enfermedades. Lo mejor es deshacerse de esas emociones negativas.

Luego me contó sobre un viaje a Panamá con todo pagado que tuvo que desistir por cuidar a sus nietas pequeñas. Que hoy ya más grandes, ya ni la recuerdan.
“Sacrificar sueños y oportunidades, cuenta ella, es una constante hasta hoy, sentí pena por mí, cuando descubres que te ‘sacrificaste’ y ni siquiera recibes gratitud, duele”, me confesó.

Para ella la clase se convirtió en un punto de partida. Para no seguir con una vida plagada de sacrificios sin sentido. Ahora que lo identifica se le abre una puerta para ser más libre. Finalmente quería hablar de otro grupo de comentarios donde se conecta, con mucha razón, el sacrificio con esta idea del salvador.

Las salvadoras del hogar

Una joven madre me escribió: “haces ver como es que la mujer ha postergado sus sueños, porque siempre ella tiene que ser la salvadora de la familia.” Este término me llamó profundamente la atención. Pues es así como muchas veces nos convencemos de que el sacrificio es necesario para tener una vida familiar feliz.

Una ya no es prioridad, la familia es prioridad. El bien del grupo es más importante que el individuo. Esta imagen heroica de la madre nos hace sentir bien, porque nos muestra como las heroínas, dispuestas a sacrificar lo que sea.

Muchas familias con pocos o grandes recursos, utilizan todo lo que tienen a su disposición para que los hijos puedan acceder a tener vidas más plenas. Hay personas que con tal de salvar ese futuro ideal, son capaces de sacrificar lo que sea. Bajo esta premisa la vida se transforma casi en un campo de batalla.

Donde hay que luchar incesantemente para sobrevivir o crecer. Pero ese ambiente ocasiona tensión, lo que lleva a discusiones, peleas y ese hogar que tanto una protege, termina provocando ansiedad. Ya he perdido la cuenta en donde las supuestas salvadoras del hogar, cuya intensidad pocas veces es comprendida, termina haciendo que una familia se fracture.

Un reciente artículo de la revista de negocios Harvard Business Review, cuenta sobre un estudio a personas “exitosas” (gerentes, dueños, altos ejecutivos) demuestran que ese “sacrificio” no es tan satisfactoria como creíamos. “El 72% de los emprendedores exitosos tiene depresión”, a pesar de que pareciera que lo han conseguido todo en la vida.

Nadie dice que añadir ceros a la derecha de tu cuenta del banco no sea algo por lo que valga la pena trabajar. Menos en un país como el nuestro. Pero la constante persecución del éxito es un círculo vicioso del que nunca saldremos satisfechos.

“Ahí es cuando la conexión con otros es el antídoto” explica el autor de la nota Ron Carucci, un psicólogo que ha trabajado 30 años para que las personas más exitosas, puedan encontrar la felicidad. “En vez de sacrificarnos, continua Carucci, hay que tener el coraje de pedir ayuda”.

En vez de llenarnos de resentimiento, apreciar a nuestra familia, amigos y colegas a los que puedes recurrir cuando la vida está difícil. Ahí es donde la satisfacción espera”, apuesta Carucci.

Me quedo con esto: en vez de sacrificarnos, aprendamos a pedir ayuda. Que no dependa de una salvar el hogar, cuando todos podemos poner el hombro para hacer que el peso se haga más liviano y se avance más rápido.

Hasta aquí las reflexiones de esta primera clase. Las invito a continuar inscribiéndose, ahora pueden utilizar Yape para suscribirse.

Me despido de ustedes con un abrazo lleno de amor. Hasta la próxima clase.